Pedaleaba mi primer poemario, Nocturno y premeditado, por la imprenta cuando un inopinado infarto casi se me lleva. Confieso que no lo esperaba; y también que, durante la prescriptiva convalecencia, me inspiró el título de este volumen que tienes en tus manos y que es, por otra parte, el verso final de uno de sus poemas, escrito con anterioridad al suceso. En definitiva, todo vino como anillo al dedo.
El tiempo que la vida me regala tras este trance difícil es un tiempo de reflexión y dudas, de lecturas aún más intensas y dedicación a los míos. Tiempo que la poesía parece dilatar y que vivo con fruición aunque sin prisas (los médicos no lo recomiendan). Fruto de todo ello es este nuevo poemario donde aparecen, en parcelas bien diferenciadas, revelaciones como raptos, la ciudad y su latido, el olvido como núcleo de una gema de muchas caras, cuantas figuras y lugares dieron viento a mis alas… y esa ávida lección de amor que ningún poeta –ni creo que nadie– desdeña nunca. Un conjunto de vivencias que a modo de caminos fueron delineando versos que recojo y aquí ofrezco, lector, a tu inapelable juicio. Sea.
El autor nació en Valencia hace 55 años. Es persona de espíritu enciclopédico: licenciado en Químicas, habla varios idiomas, toca el saxofón, es maestro pastelero y escribe poesía. Casado y padre de dos hijos, apasionado del conocimiento científico y de todas las artes, opina que leer y viajar –con los ojos bien abiertos– agranda la vida.
En este su segundo poemario, abre su temática de modo amplio para dar un enfoque casi de confesión a una colección de versos que se nutren de la experiencia vivida –aquello que es más nuestro– y de introspecciones, a modo de paseos, que abarcan desde lo inmediato hasta lo onírico, senderos que no convergen sino en la visión irredenta del poeta.